Para algunos autores, especialmente para Ray Kurzweil –experto tecnólogo de Sistemas y de Inteligencia Artificial, se caracteriza por ser el Cybernostradamus (porque sus predicciones tecnológicas casi siempre son acertadas), es actualmente presidente de la empresa informática Kurzweil Technologies, la cual se dedica a elaborar dispositivos electrónicos de conversación máquina-humano y con aplicaciones para discapacitados–, estamos bajo un proceso de “rendimientos acelerados” que nos puede llevar en un periodo corto de tiempo, a lo que él llama “singularidad”. Una acumulación tal de cambios tecnológicos combinados y una velocidad tal del cambio, que haga necesario un hombre nuevo, mejorado artificialmente en su fisiología y en su inteligencia. De la materia física casi no merece la pena hablar, ya que su manipulación y su dominio será total.
Un hombre de tales características necesitará vivir también en un mundo profundamente mejorado, es decir, un mundo con una democracia mejorada, un mecanismo de mercado mejorado y un sistema de justicia mejorado. De ahí el cambio radical de nuestro mundo y la nueva civilización que algunos anuncian.
Para cualquier país resulta imprescindible hoy posicionarse ante las tecnologías mencionadas y ante los resultados posibles de su convergencia, tanto porque se crea en los cambios radicales pronosticados, como porque, de una forma más tranquila, iremos entrando poco a poco en nuevas economías basadas en las cuatro tecnologías recogidas por el acrónimo NBIC –Nanotecnología, Biotecnología, Infotecnología, Ciencias Cognitivas–.
Para llegar al futuro deseable deducido de tal escenario es muy importante que las empresas que han llevado hasta ahora el peso de la revolución digital sigan activas e interesadas en tal futuro, el cual no se hará realidad sin ellas.
Las empresas de ordenadores, las de telecomunicaciones y las que podríamos llamar de Internet, tienen en sus manos el futuro de nuestras sociedades, ya que como se ha argumentado, la revolución digital, las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), la Red de Redes, las telecomunicaciones, o la Sociedad de la Información, por decirlo en términos más amplios, constituyen el hilo conductor, el denominador común, el punto de apoyo, o el sustento, de las nuevas revoluciones y de sus aplicaciones.
Un hombre de tales características necesitará vivir también en un mundo profundamente mejorado, es decir, un mundo con una democracia mejorada, un mecanismo de mercado mejorado y un sistema de justicia mejorado. De ahí el cambio radical de nuestro mundo y la nueva civilización que algunos anuncian.
Para cualquier país resulta imprescindible hoy posicionarse ante las tecnologías mencionadas y ante los resultados posibles de su convergencia, tanto porque se crea en los cambios radicales pronosticados, como porque, de una forma más tranquila, iremos entrando poco a poco en nuevas economías basadas en las cuatro tecnologías recogidas por el acrónimo NBIC –Nanotecnología, Biotecnología, Infotecnología, Ciencias Cognitivas–.
Para llegar al futuro deseable deducido de tal escenario es muy importante que las empresas que han llevado hasta ahora el peso de la revolución digital sigan activas e interesadas en tal futuro, el cual no se hará realidad sin ellas.
Las empresas de ordenadores, las de telecomunicaciones y las que podríamos llamar de Internet, tienen en sus manos el futuro de nuestras sociedades, ya que como se ha argumentado, la revolución digital, las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), la Red de Redes, las telecomunicaciones, o la Sociedad de la Información, por decirlo en términos más amplios, constituyen el hilo conductor, el denominador común, el punto de apoyo, o el sustento, de las nuevas revoluciones y de sus aplicaciones.
La humanidad ha vivido a lo largo de los últimos cien o ciento cincuenta años avances tecnológicos espectaculares, pero todos ellos pueden ser minucias en comparación con los que se avecinan. La última de las revoluciones, basada en la tecnología digital, que ha traído consigo la Sociedad de la Información y del Conocimiento, sigue acaparando gran parte de la reflexión actual pero muy pronto quedará superada por otras revoluciones y otras sociedades. La mal llamada Nueva Economía, la Sociedad Interconectada, la Sociedad Red y muchas otras interpretaciones explicativas del relativo nuevo mundo en el que vivimos, han llegado ya a los libros de texto y se mantendrán entre nosotros durante algún tiempo, –hasta cierto punto estereotipadas–, pero otros mundos y otras concepciones comienzan ya a surgir en el horizonte y merecen ser analizados y difundidos. Algunos de ellos apuntan a cambios mucho más radicales de los vividos en los últimos siglos.
Nicholas Negroponte –fundador y director del Media Lab, es el impulsor del proyecto que pretende producir computadoras portátiles de bajo coste, concretamente con un precio de 100 dólares, para disminuir la brecha digital en los países menos desarrollados, proyecto que presentó en 2005 en el Foro económico mundial de Davos–, uno de los grandes gurús tecnológicos de nuestro tiempo, presidente fundador del Media Lab del MIT, centro en el que se han gestado muchas de las aplicaciones “multimedia” avanzadas hoy en fase de difusión en la sociedad, lo dijo hace unos meses en Madrid: “La Sociedad de la Información, como revolución, es algo ya pasado. Lo que se nos viene ahora encima es mucho más importante: puede que estemos ante una nueva Civilización”.
Los Estados Unidos, el país más avanzado del mundo científica y tecnológicamente hablando, y también quizás el de mayor vigor actual en términos intelectuales y culturales, ha venido anunciando las revoluciones científicas de largo alcance relacionadas con la Biología y la Nanotecnología, ha prestado una atención inusitada desde antiguo a las Ciencias Cognitivas y, más recientemente, ha mostrado un interés serio por el trans-humanismo y el hombre post-humano.
Más recientemente han dado un aldabonazo enormemente sonoro al anunciar lo que puede ser la gran convergencia tecnológica del siglo XXI. Se trata de lo que ellos llaman la convergencia NBIC, es decir la simbiosis profunda de las tecnologías de la información con la genética y la biotecnología, la nanotecnología y las ciencias del conocimiento.
Nicholas Negroponte –fundador y director del Media Lab, es el impulsor del proyecto que pretende producir computadoras portátiles de bajo coste, concretamente con un precio de 100 dólares, para disminuir la brecha digital en los países menos desarrollados, proyecto que presentó en 2005 en el Foro económico mundial de Davos–, uno de los grandes gurús tecnológicos de nuestro tiempo, presidente fundador del Media Lab del MIT, centro en el que se han gestado muchas de las aplicaciones “multimedia” avanzadas hoy en fase de difusión en la sociedad, lo dijo hace unos meses en Madrid: “La Sociedad de la Información, como revolución, es algo ya pasado. Lo que se nos viene ahora encima es mucho más importante: puede que estemos ante una nueva Civilización”.
Los Estados Unidos, el país más avanzado del mundo científica y tecnológicamente hablando, y también quizás el de mayor vigor actual en términos intelectuales y culturales, ha venido anunciando las revoluciones científicas de largo alcance relacionadas con la Biología y la Nanotecnología, ha prestado una atención inusitada desde antiguo a las Ciencias Cognitivas y, más recientemente, ha mostrado un interés serio por el trans-humanismo y el hombre post-humano.
Más recientemente han dado un aldabonazo enormemente sonoro al anunciar lo que puede ser la gran convergencia tecnológica del siglo XXI. Se trata de lo que ellos llaman la convergencia NBIC, es decir la simbiosis profunda de las tecnologías de la información con la genética y la biotecnología, la nanotecnología y las ciencias del conocimiento.