sábado, 8 de noviembre de 2008

¡Lejos te veré!

Un momento de lucidez… el resto de una vida sin entendimiento. Un instante de se vivió con gran sabiduría para luego caer en el abismo del olvido, perdiéndome en los confines del tiempo y del pensamiento.

¿Qué más da esto? Nada. Todo!!! Sí, todo! ¿Tengo todo? No… No lo sé. Ahora flota tranquilo en mi corazón. Tuve amor, tuve comprensión, compañía… Y con la misma velocidad con que se hacen sonar los dedos de un chasquido, todo perdió consistencia, se esfumó y quedé yo. Lo que perdí era la mejor parte de mí… Pero ahora ya no soy nada.

Fue un duro despertar. ¿Acaso no es mejor vivir despierto que dormir muriendo? Recuerdos bellos, momentos malos, pero todo fue muy apreciado, a pesar de no haberlo parecido.

Noche a noche espero lo ya perdido. Espero que regrese lo que lejos a partido muy buena parte de mí. Aunque no tengo veinticinco horas para esperar, veintidós horas colapsan mi cerebro en mero afán de escuchar aquel golpe seco característico de una muñeca delgada y arrítmica, en la usual entrada de esta cueva.

Veintidós horas espero, y las dos horas restantes rezo para volver a aquel tiempo en que mi vida era vida. Ahora sólo soy una mezcla de huesos y carne andando, mezcla de pensamientos y sensaciones disonantes, mezcla de alma y esencia a punto de desvanecerse… Y aún así, continúo pendiente por ver cumplido aquello que en el silencio me prometió, a pesar de tener el corazón hastiado, y saber que entrando nuevamente en mi vida, perdería la suya.

Es preferible buscar mi muerte por ver cómo renace su vida… Eso sería lo más sensato que puedo brindarle… ¿A quién? Ya no existe ese “quién”. ¡No, ya no existe!... Mantendré alerta mi esencia, pues unidos volveré a tener vida, mas espero no causarle la muerte, tratando de regalarle alegrías.