viernes, 21 de noviembre de 2008

Tu Buca

Mágicos son los besos que recibo de tu boca,
por ellos pierdo el control de mi ser
y entro en infames ganas de beber
infinitamente de ellos
para volver eternos los instantes de tu amor.

Instantes que se vuelven toda una vida.
Instantes que acaban con el mundo en rededor.
Instantes en los que desearía descargar mi espíritu,
haciendo de mi alma tu ángel guardián.

Envío a ti mi mirar cual vista al hermoso cielo,
perdiendo conciencia toda de mi cuerpo,
y no importándome nada, me gustaría así vivir
esclavizado a tu belleza de ensueño

Haces llegar a mí tu presencia mientras duermo.
Pero despierto y no te veo a mi lado;
mas tu aroma endulza todo el aire que respiro,
deseándote con mayor frenesí que antes.

Desesperado intento volver a tenerte en sueños,
mas, siendo conciente de mi suerte
te veo como un Ada de Luz
que se aleja, invitándome a perderme en ti...
Y, así, dándome cuenta que no estoy dormido,
logro darte un beso,
desencadenando mis ansias puras de amarte
para siempre, HASTA EL FIN...

sábado, 8 de noviembre de 2008

¡Lejos te veré!

Un momento de lucidez… el resto de una vida sin entendimiento. Un instante de se vivió con gran sabiduría para luego caer en el abismo del olvido, perdiéndome en los confines del tiempo y del pensamiento.

¿Qué más da esto? Nada. Todo!!! Sí, todo! ¿Tengo todo? No… No lo sé. Ahora flota tranquilo en mi corazón. Tuve amor, tuve comprensión, compañía… Y con la misma velocidad con que se hacen sonar los dedos de un chasquido, todo perdió consistencia, se esfumó y quedé yo. Lo que perdí era la mejor parte de mí… Pero ahora ya no soy nada.

Fue un duro despertar. ¿Acaso no es mejor vivir despierto que dormir muriendo? Recuerdos bellos, momentos malos, pero todo fue muy apreciado, a pesar de no haberlo parecido.

Noche a noche espero lo ya perdido. Espero que regrese lo que lejos a partido muy buena parte de mí. Aunque no tengo veinticinco horas para esperar, veintidós horas colapsan mi cerebro en mero afán de escuchar aquel golpe seco característico de una muñeca delgada y arrítmica, en la usual entrada de esta cueva.

Veintidós horas espero, y las dos horas restantes rezo para volver a aquel tiempo en que mi vida era vida. Ahora sólo soy una mezcla de huesos y carne andando, mezcla de pensamientos y sensaciones disonantes, mezcla de alma y esencia a punto de desvanecerse… Y aún así, continúo pendiente por ver cumplido aquello que en el silencio me prometió, a pesar de tener el corazón hastiado, y saber que entrando nuevamente en mi vida, perdería la suya.

Es preferible buscar mi muerte por ver cómo renace su vida… Eso sería lo más sensato que puedo brindarle… ¿A quién? Ya no existe ese “quién”. ¡No, ya no existe!... Mantendré alerta mi esencia, pues unidos volveré a tener vida, mas espero no causarle la muerte, tratando de regalarle alegrías.

domingo, 2 de noviembre de 2008

"Sin recuerdos"

¡Dios Santo! Son más de las 3 de la madrugada y aún continúo despierto. Como vuela el tiempo… estuve mirando hace un rato las noticias de las 10 y ahora ya está por amanecer, y yo continúo sin pegar un ojo.

Llevo largas horas sentado al escritorio tratando de escribir algo en estos papeles, que me devuelven una mirada diáfana y triste, asumiendo mi dolor como suyo y mi melancolía como único escape de la soledad.

El tiempo avanza inexorable, sin prisa pero sin plazos; y yo continúo aquí, en la sala de mi casa, observando el reloj de pared, un reloj alto, bastante viejo, por cierto; de esos que tienen un sonido muy parecido al de las campanas de las iglesias. Aunque de noche se ve más tenebroso que nunca. Con su habitual tic-tac tic-tac paseándose por toda la casa da una extraña sensación, como si algo estuviera a punto de suceder. Papá dice que es un recuerdo de mi abuelo Humberto; pero más parece un portal por donde va a asomarse la cara de algún ente extraño y espantoso para encerrar en él al primer desprevenido que pase cerca, papá.

-No seas tonto, hijo. Nadie va a salir por ahí.
-Tal vez tengas razón, pero… aún así me tengo miedo
-Bueno, entonces lo cambiamos de lugar. Si quieres lo pongo en mi cuarto
-Sí, mejor. Pero dudo que mamá esté de acuerdo. ¿Recuerdas lo que pasó con la lápida de la abuela que llevaste a la casa?
-¿Qué pasó con la lápida?
-¿No recuerdas que empezaron a escucharse pasos en el segundo piso desde que llevaste esa lápida? Debiste bendecirla antes de haberla llevado a la casa, por lo menos. Lo peor de todo era que a mí solamente asustaban, siendo tú quien la había llevado.
-Yo nunca escuché nada. Seguro era imaginación.
-Si, claro.
-De verdad, hijo. Nunca me percaté de que pasaban cosas extrañas en la casa.
-Ese es el detalle. Tú duermes acompañado. En cambio… yo… yo duermo solito.

El campaneo fuerte y acompasado del reloj me saca de mis recuerdos, avisándome que ya estamos pasando las 4 de la madrugada. Es tan tarde que creo que ya es temprano.

Papá siempre guardaba las cosas del abuelo con sumo cuidado: sus herramientas, sus libros, sus fotos… Deberías tener un cuarto sólo para sus cosas, papá.

A veces me pongo a pensar en el día en que ya no tenga a mi papá. Voy a extrañarlos mucho, a los dos. El tiene una apariencia joven; tiene cerca de 60 años pero su rostro muestra unos 30; nunca anda triste, es el bromista de la familia. Lleva un andar acompasado y una barriga bastante graciosa, y casi siempre tiene una sonrisa en el rostro, ¿cierto, papá? Tiene ojos pequeños, muy diferentes a los míos. “Tus ojos chinitos”, como le canta mamá.

Una vez más me pierdo en mis recuerdos por querer escribir alguna buena historia en estos papeles. Me extiendo más de lo debido y rara vez encuentro en este laberinto que tengo por mente algo apropiado para “vomitar” en el papel; eso me recuerda a “escribir con las tripas”, como decía… No, no importa.

A pesar que ya es muy muy… ¿temprano?, aún no tengo sueño y ya ni siquiera recuerdo cómo empecé esta historia. Siento el cuerpo cansado pero no quiero ir a la cama. Será porque tal vez, si voy a mi cuarto, voy a tener que apagar las luces, y eso es precisamente lo que menos me gusta.

Mi cuarto, completamente oscuro, se vuelve en una caja perfectamente cerrada donde no se está permitido ni un rayo de luz... Miro a todos lados tratando de que mis ojos se adapten a la oscuridad, pero se me hace imposible. Veo figuras a donde miro. Todo se mueve, todo cobra vida, todo se acerca y trata de hablarme. La oscuridad y el miedo empiezan a pasarme factura a medida que van pasando las horas.

“Sólo cierra los ojos y duérmete, hijo”, me dice papá. Si tan solo fuera así de fácil, papá; sabes que para dormirme pasa casi una hora para quedarme en el calientito de mi cama. Pero mientras tanto, me he convertido en la versión moderna del Quijote, peleando con sábanas y frazadas como si fueran monstruos encapuchados, y con mi almohada, como si fuera una piedra gigante lanzada por un implacable verdugo que no es otra cosa que ni ropero.

Pero, bueno, papá. Está bien, me dormiré. Hasta más tarde.